Algo que llamó mi atención, y me divierte mucho, desde la primera vez que pisé el DF hace ya seis años, era que se podía aún escuchar el canto de pregoneros en cualquier colonia de la ciudad. Una práctica que llegué a pensar era un oficio descontinuado en las urbes en crecimiento de cualquier país.
Ni en San Cristóbal – ciudad donde nací y crecí -, o en Caracas – donde viví los últimos 13 años -, volví a escuchar de manera continua cantos de personas vendiendo u ofreciendo servicios como: zapatero, arreglar las gomas de las ollas de presión, el chichero, el heladero, venta de cocadas, entre muchos otros que recuerdo en mi infancia. Creo que los últimos que llegué a escuchar fueron: el de un señor, que paseaba por Cumbres de Curumo al menos dos o tres veces por semana, ofreciendo su servicios para afilar los cuchillos, y por supuesto su grito de guerra era: “¡AMOLADOOOOOR!”; y por los alrededores de Plaza Venezuela los fruteros-verduleros que se valían del humor para vender una “yuca bien buena señora” o “aquí tiene su plátano grande”.
En México, o por lo menos en el DF, entre los distintos pregoneros que aún siguen ofreciendo sus servicios de comida, amoladores, arreglos de cualquier cosa; hay dos llamados que son emblemáticos, y uno de ellos ya tiene alrededor de 20 años haciéndose escuchar por las calles de la metrópoli: “Ricos, deliciosos y calentitos tamales oaxaqueños”, sin falta llegan a mis oídos a partir de las siete de la tarde aproximadamente, y corresponde a los tamaleros que se pasean en un especie de triciclo cargando sus productos sobre un soporte adaptado en la parte de adelante del vehículo.
“Se compran, colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan”, se puede oír en cualquier momento del día y proviene de un pequeño camión, cuyos conductores ofrecen a los vecinos de la localidad deshacerse de los peroles viejos que ya hacen estorbo en su casa a cambio de unos pesos.
A diferencia de los cantos o gritos que el pregonero realiza en vivo, estas dos voces son grabaciones que se repiten una y otra vez a medida que los “valedores” avanzan en su trayecto; y que los residentes del DF identifican a la perfección sin importar la zona en la que vivan. Una salida muy astuta a esta ciudad que cada día se hace más grande y requiere de más esfuerzo para hacerse escuchar sin que eso signifique perder las cuerdas vocales.
Los protagonistas de las grabaciones
En este último aterrizaje en la ciudad de México me intrigó de dónde provenían dichas reproducciones. Llegué a pensar incluso en algún tipo de franquicia. Pero investigando me consigo con dos historias de “famosos anónimos” por así decirlo.
En una publicación que hiciera Cynthia Ramírez en el medio “Letras Libres” – septiembre de 2009 -, la voz que se ha convertido en la presentación de los tamales oaxaqueños pertenece a Elías Zavaleta, un veracruzano que durante su adolescencia vendía tamales. Para ese entonces vivía con un tío en San Juan de Aragón – una colonia ubicada en el noreste del DF -.
Un buen día, a su familiar se le ocurre hacer una grabación porque significaba un gran esfuerzo salir diariamente a vender en varias colonias, y al regresar las cuerdas vocales prácticamente no emitían sonido alguno. Según el locutor de esta cinta inicialmente “grabamos varias personas, con mis cuates, y la única que les gustó fue mi voz”.
Más adelante, Zavaleta le prestó la grabación a aun amigo para salir a vender, y sucesivamente el patrón de su compadre consiguió el cassette el cual copió y distribuyó.
Más allá de la anécdota, el veracruzano revela en la entrevista que al escuchar hoy en día la grabación por un lado se siente orgulloso porque “sin mi voz no existirían los tamaleros”; pero por otro le da mucha “bronca” cuando ve en la televisión el uso de la cinta en comerciales y no recibe ningún reconocimiento por ello.
Cuatro años después de esta publicación, el programa “Aquí nos tocó vivir“, de Canal Once, revela la identidad detrás de la voz de los compradores de fierro viejo. María del Mar Terrón se llama la protagonista, y tenía 10 años cuando hizo la grabación.
Al igual que sucedió con Elías y la venta de los tamales, el padre de María del Mar decidió grabar la voz de su hija “para hacer mas fácil su trabajo”.
Actualmente, María debe tener alrededor de 21 años, ya es madre, y según la nota, “después de grabar la voz del pregón de fierro viejo, ha sido payasita, ha trabajado en un restaurante y por supuesto, compraba fierro viejo”.
Más allá de los pregones que ya son propios del DF, son las voces que representan a un gran grupo de gente de esta ciudad. Personas sencillas, orgullosas y dignas, que así como María del Mar y Elías Zavaleta, son en su mayoría anónimas – aunque los veas continuamente en distintos puntos de las colonias -, pero que están trabajando duro, con mucho esfuerzo para llevar su sostén diario, además de hacer el día a día de esta metrópoli.
miguel angel
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excelente
leopardopress
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gracias!
miguel angel
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fantástico, da para construir un mapa de ese universo sonoro. muy bueno.
leopardopress
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el DF tiene muchos pregones. Pero esos dos creo que son los más emblemáticos en los últimos años. Sigo escribiendo 🙂
David Medina
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Idea interesante. Muchos de nosotros hemos tenido esta experiencia de oir estos canticos de vendedores. La modernidad ha hecho que ciertas costumbres desaparezcan o se minimizen. Hay una frase o un decir que dice “todo tiempo pasado fue mejor”. Mas alla de que sea cierto o no, o no lo compartan, da nostalgia recordar ciertas cosas que antes habia y ahora simplemente “no lo hay o ya no esta”. Saludos