Gracias a un acuerdo entre SOS Aldeas Infantiles y el Sistema de Orquestas Infantiles, los niños y niñas de la Aldea Infantil La Cañada, cursan estudios musicales formándose como cellistas, violistas, violinistas y trompetistas, participando ya en numerosos e importantes eventos a nivel regional.
El señor Eli Hernández llega a la Aldea Infantil La Cañada manejando una camioneta blanca, se estaciona cerca del parque que está ubicado en el centro del lugar; y al instante niños y niñas de distintas edades salen de sus casas cargando unos estuches negros, que por su forma indican que contienen instrumentos.
Uno a uno suben al vehículo y salen sin perder tiempo a Maracaibo. Es miércoles y tienen ensayo general con la Orquesta Infantil. A unas pocas cuadras de la Aldea hacen una breve parada para recoger a dos hermanitos que también son integrantes del grupo y la guía que los acompañará. Luego retoman su camino.
La guía se llama María Virginia Montiel, y es una joven estilizada, morena y de hermosa sonrisa. Tiene 20 años y actualmente estudia Pedagogía, además de trabajar en una zapatería. “Hoy estoy supliendo a mi hermana mayor quien es realmente la guía de ellos. No pudo venir porque está de reposo. Se lesionó una pierna y le colocaron un yeso”, dice.
María Virginia y su hermana María Eugenia son dos jóvenes que crecieron en una familia de la Aldea La Cañada. Llegaron a la Aldea cuando tenían 4 y 9 años respectivamente. Por su parte, María Eugenia, está casada desde hace 8 años y ha velado porque el grupo de música siga preparándose.
En la camioneta está Glendy, tiene 16 años y comenzó a estudiar celo desde los 11. Hace poco dejó de asistir a sus clases de música porque no iba bien en algunas materias de colegio, “me alejé un mes entero, pero ya me organicé” – manifiesta con orgullo-. Quiere dedicarse en un futuro a la música y tocar celo por mucho tiempo.
“La música me hace sentir superior, cada vez que toco un instrumento siento que lo dioses están viendo y escuchando. Estos sonidos traspasan fronteras” – Glendy
En otro asiento está Moisés, de 10 años. Apenas comenzó a estudiar trompeta y este es el primer ensayo al que asiste. Le encanta el sonido de este instrumento de viento y desea asistir a conciertos como su hermana Glendy.
En otro de los puestos se encuentra Saúl, de 11 años, un poco más tímido. Toca violín desde hace 2 años. “Yo veía que le gustaba, que estaba pendiente del grupo de música, que estaba interesado, así que yo hablé con su tía para que lo metiera en la orquesta”, comenta el señor Elí muy orgulloso.
Más atrás está Angélica, que con 7 años no recuerda cuando comenzó a tocar el violín, aunque sus compañeros dicen que fue cuando tenía 4 años. A su corta edad ya ha participado en varios conciertos. Le encanta cuando toca un merengue porque “suena muy bonito cuando suenan todos los instrumentos”. A su lado se encuentra Ángel, tres años mayor que ella, también estudia violín. “Me siento feliz cuando estoy tocando”, dice. También ha estado en varios conciertos y explica: “me pongo nervioso cuando salimos ante el público, cuando va a salir el director son más los nervios, pero me concentro y espero la señal para empezar”.
“Me gusta estar en conciertos porque hay muchos instrumentos”, dice Wilmary, quien tiene 9 años y toca viola. Es hermanita de Saúl. Lo que más le gusta de la viola es su sonido.
Recostada en el último puesto está Evelyn, de 10 años. También toca el violín y, como Angélica, no recuerda cuando empezó a estudiarlo. Dice que eligió este instrumento porque tiene sonido y ritmo. “Cuando estoy tocando siento que estoy volando sobre un campo”. Asiste dos veces por semana a los ensayos y dedica una hora todos los días para practicar.
La música: un gran apoyo en el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes
Hace siete años, SOS Aldeas Infantiles Venezuela logró establecer un acuerdo con la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil, para que los niños y niñas de la Aldea de La Cañada ingresaran al grupo orquestal. “En aquel momento la organización Venezuela Sin Limites donó los primeros 35 instrumentos, seguidamente comenzó la inscripción y la asistencia a clases en el Conservatorio”, explica la directora de la Aldea Infantil La Cañada, Janeth Marín.
“Ciertamente han iniciado unos, otros han terminado, mientras que otros han continuado -prosigue la directora -, lo más bonito es que han tendió la oportunidad de presentarse públicamente. En estos últimos seis años han debutado muchísimas veces en distintos escenarios como: “Teatro Barald, Maczul, con los Niños Cantores, en el mismo Conservatorio, aquí en la aldea en diversos eventos. Es una gran alegría verlos tocar sus instrumentos”.
Estos niños y niñas que conforman el grupo de música de la Aldea Infantil La Cañada deben asistir a sus prácticas y ensayos cuatro veces por semana: miércoles jueves, viernes y sábado. Sus tareas escolares las realizan antes o después de sus clases de música y, si necesitan una nivelación académica, esta se coordina para los fines de semana. Son niños y niñas muy disciplinados, que tienen que administrar su tiempo para disfrutar de la música sin descuidar sus deberes escolares, a la vez que se divierten con juegos propios de la edad.
En este sentido, Janeth resalta que la música contribuye a la estimulación y al desarrollo integral de los niños, así como también favorece el proceso de aprendizaje.
“Nosotros vemos que hay niños y niñas que cuando empiezan a asistir a las clases de música se les nota más seguros, no les da miedo presentarse ante el público ni conversar con otras personas” – Janeth Marín.
Eso nos indica que su proceso de integración y construcción de su red social está siendo favorable, y qué mejor que tocando un instrumento como el violín, la viola el violoncello… Así mismo, hemos visto mejoras a nivel emocional y conductual en aquellos niños o niñas con dificultades de aprendizaje o de conducta”.
Las madres SOS están felices al ver los logros de sus hijos e hijas. Como cualquier mamá, ver a sus “retoños” tocar un instrumento en un escenario, donde ella es parte del público, es una gran emoción. “Es una experiencia muy bonita. Sobre todo les alegra y llena de orgullo el hecho de ver que es el niño o niña que está criando” manifiesta la directora de la aldea.
De la Cañada a Maracaibo
El trayecto desde la Aldea hasta la sede de la Fundación del Niño Zulia, lugar donde reciben clases, puede tomar una hora o más, dependiendo del tráfico del día. En ese tiempo algunos de los niños y niñas aprovechan para tomar una siesta, mientras que otros conversan sobre el colegio, o van estudiando su lección de música.
“yo soy más representante de ellos que la jovencita que hace de guía – dice entre risas el Sr. Elí mientras conduce la camioneta – porque yo estoy con ellos para todos lados. Los llevo, los traigo, los espero”. Alí conoce a los niños y niñas de la Aldea La Cañada desde hace 7 años. Él se encarga de trasladarlos a los colegios, y en este caso, es el responsable de que los integrantes del grupo de música lleguen a tiempo a sus clases y ensayos.
En sus recorridos aprovecha para hablar con los niños y las niñas, les pregunta como van en sus actividades, cómo se sienten, está muy pendiente de ellos como un padre entregado a sus hijos. “Esta es una bendición que Dios me dio… Ellos son mi familia” afirma cariñosamente mientras maneja. Elí confiesa que muchos de los niños se le acercan pidiéndole consejos, apoyo, o también un “empujoncito” para converser a sus madres y tías que los inscriban en la orquesta.
Son las tres de la tarde, cuando llegan a su destino, no esperan ni dos segundos para abrir la puerta y bajar corriendo con sus instrumentos, estaban retrasados por unos pocos minutos – en el recorrido, la camioneta se apagó dos veces por una falla que el señor Elí logro resolver de manera rápida -. Al entrar, se encuentran con el resto de los alumnos de la orquesta y su profesora Yanina Albornoz. Ella de una vez les da instrucciones y les indica a unos que vayan a las aulas individuales para que sigan en el estudio con los instrumentos correspondientes, y otro grupo continúa con ella hacia el salón de ensayo general.
Por casi dos horas, los violines, violas, celos contrabajos, flautas, clarinetes, oboes, trompetas y los instrumentos de percusión dejan escapar sus notas por los pasillos aledaños al salón de ensayos. Esta vez practicaban “Chamambo”, una pieza de Manuel Artés.
Principios para toda la vida
La profesora Yanina Albornoz, quien es la directora del núcleo orquestal en la Fundación del niño Zulia, recuerda el primer acercamiento con los niños y niñas de las familias participantes de la Aldea Infantil La Cañada. “comenzamos con un grupo más o menos nutrido, que se dio en conjunto a los instrumentos que la aldea recibió. Este grupo se mantuvo aproximadamente año y medio… Ahora los niños y niñas de esta nueva generación que tenemos ahorita entraron mucho más pequeños, lo que garantiza que van a estar más tiempo en las actividad de la música”.
Yanina, quien inició su carrera como cellista, tiene más de 10 años en la dirección de orquestas. Graduada en el Instituto Universitario de Estudios Musicales (IUDEM) en la Educación Musical, ha estado al frente de la Orquesta Infantil desde hace 8 años. Guía a los niños y niñas desde que toman sus instrumentos sin saber nada todavía, hasta que escalan a la siguen etapa, que es la Orquesta Juvenil.
“Nosotros lo que podemos brindarle a los niños y niñas es el acercamiento de una manera positiva hacia la música y, obviamente, a través de ella se crea el sentido de trabajar en grupo – dice – , saber que si las flautas no hacen lo que les corresponde eso se escucha mal, si los violines no están afinados eso se va a notar… tienen que escucharse unos con otros para que todos vayan acompañados”.
“Crea la conciencia de la responsabilidad – continúa Yanina – , que tienen que llegar al nivel que se les exige… no pueden ver que mis compañeros se sientan mal o que me señalen si no estudié… tengo que hacer lo mismo que el otro para que todo funcione. Hay un sentido de compañerismo y responsabilidad, principios muy importantes que van a aplicar a lo largo de toda su vida: en su escuela en su vida diaria, en su familia”.
Además, señala que los estudios musicales a temprana edad ayudan a desarrollar de manera significativa la lateralidad y coordinación en los niños y niñas, algo que pueden aplicar en cualquier otra área. Rápidamente deben leer las partituras que simbolizan algo, lo traducen y de su cabeza lo digieren a la parte motriz y finalmente emiten un sonido con el instrumento. Una cantidad de funciones que se deben hacer de forma paralela. Así como también, facilitan el entendimiento de otras materias como por ejemplo la matemática y que tienen que saber medir tiempos, tienen que guiarse por fracciones, entre otros.
La directora de la Orquesta Infantil observa que este grupo de niños y niñas de las familias de la Aldea Infantil muestra un mayor sentido de pertenencia con la orquesta, “es como que dijeran esta orquesta es mía” – resalta -, lo cual justifica por la edad que entraron, que al ser más pequeños se integraron más rápido y se desenvuelven tranquilamente, a diferencia del grupo anterior que, al haber ingresado con mayor edad y próximos a comenzar el bachillerato, sus intereses y prioridades cambiaron rápidamente.
En este sentido la directora de la Aldea Infantil La Cañada, Janeth Marín, explica que aunque los integrantes del grupo musical despiertan la inquietud de seguir estos estudios, cuando llegan a la adolescencia – una etapa bastante difícil en cualquier muchacho o muchacha – comienzan a tomar nuevas decisiones, jerarquizan sus necesidades y en algunos casos la música ya no es prioridad.
Sin embargo, ambas directoras concuerdan que de este grupo, si se les sigue estimulando y motivando, muchos pueden continuar una carrera en las artes musicales, o lograr una doble profesión, es decir, seguir sus estudios en otra rama académica sin abandonar la música. Y quien quita, ser destacados intérpretes venezolanos.
Por: Leonor Pardo / Publicado en la revista “Amigos” (Abril-Junio 2009) de SOS Aldeas Infantiles Venezuela